Sólo quedaban tres días para terminar el instituto,
ya no tenía más esperanzas de volver a sentarme
a su lado en clase, ya no tenía esperanza de nada,
mi vida se había venido totalmente abajo.
Había pasado ya un mes y ya todo el instituto
sabía lo que le había pasado a Roberto,
pero todos lo habían superado, todos,
incluido Juan, que además de superarlo se
había ido a vivir a Murcia con Natalia,
pero yo no lo conseguía, de hecho cada día lo
pasaba peor, ya no sabía qué hacer, lo veía todo
gris, sólo quería que él estuviera aquí.
Pasé varios días, tardes y noches en el hospital
contemplándolo, susurrándole cosas, diciéndole
lo mucho que lo quería, pero me sentía inútil…
Efectivamente, pasaron los tres días y él seguía
sin volver, aquella noche no fui a la fiesta de
fin de curso a la que iría todo el instituto, decidí
pasarla en el hospital, llorando y hablándole a
alguien que no tenía ni idea de que le estaba
hablando, pero lo importante era estar con él.
- No puedo seguir así, tengo que asimilarlo,
no va a volver… ¿Por qué todo es tan injusto?
Quiero llevar una vida como la de mis amigos,
no la mía, ellos ahora son felices, y mientras
tanto mi felicidad ahora está perdida en esa
camilla… Lito está con Álvaro, Sara con Álex,
Pilar con Cano, Blanchee con Hugo, Natalia se ha
fugado con Juan, Karina con uno de su pueblo,
todos tienen a alguien y no tienen ningún problema,
yo sería feliz por lo menos sabiendo que Roberto va
a salir del coma y va a seguir viviendo,
pero eso no lo sé…
Estaba agotada, llevaba días sin dormir,
y tanto llorar me tenía muy mal, así que caí
rendida en el sofá que había frente a la cama
donde se encontraba Roberto y quedé
profundamente dormida con una última cosa
en mi mente “No te engañes y déjame ser tuyo,
sólo tuyo”
Aquella frase siempre la recordaría…
Pero lo que mejor recordaría sería aquella noche,
aquel momento en el que desperté y vi una
silueta y aquellos ojos marrones tan familiares
observándome fijamente, y acercándose a mis
labios: la noche más feliz de mi vida…
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