Al día siguiente Roberto no fue a clase, no lo ví en todo el
día, no supe nada de él, no tuve que pasar por los nervios que
pasaba todos los días al estar a su lado, pero sin embargo,
también ese día se me hizo eterno; cuando me sentaba con él se
me hacía eterno porque no era capaz ni de mirarlo, pero a la vez
sentía la necesidad de hacerlo, estaba incómoda y nerviosa, pero
ahora que no estaba, quería que estuviera allí, como todos los
días...
Por la tarde, después de la rutina diaria, me iba a echar una
siesta, ya que no había dormido muy bien, cuando sonó el móvil.
- ¿Roberto?- dije para mí misma, sorprendida, antes de contestar.
Tras pensármelo dos veces, le respondí.
- ¿Qué quieres? - le pregunté fríamente.
- Hola, ¿me dices los deberes? Como habrás notado hoy no he ido.
- ¿Ah sí? No...no lo había notado. Pero es una pena que por un
día que no te veo y por fín creo que no voy a saber nada de
tí, me llames. ¿No querías que no te hablara? Pues no me
hables tú a mí, los deberes puedes pedírselos a alguno de
tus estúpidos amiguitos. Y una cosa... si no quieres hablar
conmigo, ¿para qué sigues teniendo mi número?
- ¿Y tú? ¿Para qué guardas el mío? ¿Para llamarme sin querer?
- Ya no lo tengo, ahora sabía que eras tú porque recuerdo las
primeras cifras de tu número.
- Sí claro... Bueno, ¿me dices los deberes?
- Página 50 de lengua.
-Gracias
- Adiós
- Adiós
Así, tras una fría despedida y un úlitmo suspiro colgué el
teléfono y dejé de escuchar su voz, a través del móvil, pues en
mi interior seguía escuchándolo, lo hacía todo el día, cada
hora, cada minuto, cada segundo...
Tweet |
No hay comentarios:
Publicar un comentario