Más tarde, cinco minutos después de haber sonado el timbre y
cuando ya se habían ido todos, excepto yo claro,
entró Juan en mi clase.
- ¿Qué haces todavía en clase?
- Me castigó el de historia, te iba a mandar un mensaje justo
ahora que el profe salió.
- ¿Y ahora qué has hecho para que te castigue? - me preguntó
aproximándose hasta donde yo estaba sentada.
- Te odio Juan, mira que eres gafe jaja, pues me castigó porque
me pilló con el móvil.
- Jajaja ¿Nunca te lo pillan eh?
- Te odio.
- No lo creo.
- Yo tampoco me lo creo, te quiero – le dije dándole un beso.
- Tienes trabajo Nerea, y una hora para hacerlo,
así que déjate los besitos para otro momento.
Si tu novio te quiere tendrá que esperar una hora
en el patio – intervino el profesor, que acababa de entrar en clase.
- Claro que la quiero. Te espero en el patio Nerea.
- Es una hora Juan, ¿qué vas a hacer una hora allí?
Déjalo ya, hablamos mañana, o esta tarde.
- No importa, te espero. – me respondió sin darme tiempo
a reprochar, pues salió rápidamente de mi clase.
- Así que a este era al que le mandabas los dos mensajes eh,
ay Nerea… venga, vete antes de que me arrepienta,
pero más te vale que no lo vuelvas a hacer.
- ¡Gracias profe! – le respondí recogiendo mis cosas rápidamente.
- Hasta mañana – me dijo con una sonrisa.
Cuando salí me fui con Juan y después de hablar un rato
finalmente le dije que sí quería intentar algo con él.
Pasamos una hora juntos, en un banco, en un parque
abandonado detrás del instituto; desde entonces quedamos
en que ese sería “nuestro sitio”.
Por la tarde, ya en casa, no sabía ni cómo sentirme:
si feliz o más confusa. Estaba más feliz que confusa,
pero ya habían pasado unas horas de haber estado con Juan
y ya volvía a pensar en Roberto…
Pero decidí no rayarme más y vivir la realidad: Juan.
Mientras tanto, en casa de Roberto:
- Eres un hijo de puta Juan, ¿cómo has podido? ¡Me la has robado!
- Lo siento, a mí también me gusta…
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